VUELTA AL COLE, VUELTA DE LOS PIOJOS
Perfil del enemigo: molesto, pero no peligroso
El perro quizá sea el mejor amigo del hombre, pero no nos necesita tanto como el piojo, que sólo puede vivir a nuestra costa: somos la única especie animal que estos minúsculos parásitos admiten como morada. En las escuelas, es un clásico, repite curso una y otra vez. Si algún día los humanos desaparecen del planeta, probablemente la especie que más acusará nuestra ausencia será la del piojo: se quedará sin sustento y sin alojamiento. Según un estudio en América Latina, casi un tercio de la población escolar padece la presencia de estos molestos inquilinos, si bien casi todos los niños tienen piojos al menos una vez en la vida y normalmente es en su paso por la escuela y en la franja de 3 a 12 años.
Pero los adultos no están a salvo: el continuo contacto con un niño infectado por piojos puede acabar con el adulto rascándose también la cabeza. Los piojos, además de molestos por el picor que producen, son maestros del camuflaje y detectarlos a simple vista entraña dificultades. Por ello se recomienda no bajar la guardia y, en lugar de cruzar los dedos y confiar en la suerte mientras no llegue una circular del colegio que alerte de la presencia de estos parásitos en el aula, adoptar una serie de precauciones y, sobre todo, saber cuáles son las mejores medidas en caso de infestación.
Los mitos y las falsas creencias sobre los piojos abundan. Quizá la más extendida sea la que asocia su aparición con la falta de limpieza y los malos hábitos higiénicos. Esta situación es la que explica que en muchas familias la aparición de piojos sea todavía un tabú, y que, en consecuencia, los contagios se oculten y no se comuniquen en la escuela, por pura vergüenza.
Otra leyenda es que transmiten enfermedades a través de sus picaduras. Falso: los piojos de la cabeza son muy molestos, pero nada peligrosos, ya que el único problema de salud que pueden originar es el de sobreinfecciones de las costras y heridas producidas por el intenso picor que producen en quien los sufre.
Los piojos sólo se contagian por contacto directo de cabeza a cabeza o por el intercambio de cepillos, gorros, coleros o vinchas.
El verdadero problema de los piojos de la cabeza es la facilidad con la que se reproducen y se extienden. El parásito adulto, cuyo tamaño es el de una semilla de sésamo, tiene una especie de garra en forma de gancho con la que se ancla al pelo, y se alimenta de la sangre de su huésped cada 3 ó 6 horas, lo que causa prurito o picor a la persona y le obliga a rascarse. Los piojos pueden vivir en el cabello un mes y en ese tiempo son capaces de poner unos 110 huevos, de los que el 60% llegará a adulto.
EVITAR CONTAGIOS
La hembra fija los huevos, o liendres, a 1 ó 2 milímetros del cuero cabelludo (gusta del calor corporal que emana esta zona) con una sustancia viscosa que actúa de pegamento y de este modo impide que las liendres se puedan despegar manualmente. La presencia de estas liendres es el primer signo de alarma: el niño está infectado. Transcurridos 10 días de la puesta, el huevo eclosiona y, si no se pone remedio para frenarlo, se inicia de nuevo el proceso de reproducción.
Aunque se piense a veces lo contrario, los piojos no se transmiten por animales domésticos, agua, arena o hierbas, ni tampoco pueden saltar, ni volar, ni desplazarse por superficies distintas de la del cuero cabelludo.
Por su fisiología sólo están capacitados para agarrarse al cabello, de ahí que únicamente se pueden contagiar por contacto directo de cabeza a cabeza o por el intercambio de cepillos, gorros, coleros, vinchas y otros objetos que hayan tenido contacto directo con el cabello, como auriculares, bufandas o gafas de sol.
En este último caso, sólo si este intercambio se hace de forma inmediata, ya que los piojos sobreviven fuera de la cabeza durante poco tiempo, menos de 24 horas. Los que puedan caer en cuello, ropa de cama o alfombras, como no entran en contacto directo con su huésped (recordemos que no se pueden desplazar salvo por la cabeza humana) se encuentran débiles y dañados y apenas generan peligro de contagio.
PREVENCIÓN: PEINE PARA PIOJOS Y PACIENCIA
Los síntomas de que nuestro hijo tiene pediculosis, nombre científico del contagio de estos parásitos, son el picor persistente y el rascado intenso, si bien cuando se tienen por primera vez el prurito puede aparecer bien tarde. Por eso, para prevenir el contagio de los piojos conviene adelantarse, y ante la sospecha de que el niño pueda estar en contacto con un compañero que ya los tenga se debe revisar concienzudamente su cabeza. Y no basta con hacerlo una sola vez o de forma puntual, es necesario vigilarla día a día con paciencia, un peine para piojos y un paño blanco.
El peine de púas para piojos o lendrera es lo más eficaz para la revisión y, en su caso, para retirar los piojos adultos y las crías, si las hubiera. Es fundamental que el espacio entre las púas no supere los 0,2 mm y son preferibles los peines con púas de metal, por su mayor rigidez. Conviene pasar el peine para piojos con el cabello húmedo y suave (usemos un acondicionador en el lavado) y en un lugar bien iluminado.
El paño o papel se coloca en los hombros del niño o sobre el regazo de quien le está revisando la cabeza, mejor si es blanco porque contrasta mucho con el tono oscuro de los piojos y, una vez caídos del cabello, se verán con más facilidad. Hay que pasar el peine para piojos desde la raíz a las puntas, prestando especial atención a las zonas que rodean la nuca y la parte posterior de las orejas, lugares preferidos por los piojos porque la temperatura es más alta y constante y porque el pelo sufre menos roturas. Después de cada revisión, conviene sacudir enérgicamente el peine por si algún piojo se ha quedado entre las púas y pasarlo por el grifo para eliminar los posibles restos.
LOCIONES Y CHAMPÚES NO SIRVEN PARA PREVENIR
La vigilancia y las revisiones periódicas son la clave, porque es la mejor forma de saber si el niño o niña tiene piojos o no. Una vez seguros de que los parásitos han tomado la cabeza del niño debemos informar de ello en el colegio para que avisen al resto de padres. Este sí es el momento de aplicar pediculicidas, insecticidas de uso externo que se venden en farmacias en forma de champús, sprays, lociones e incluso colonias y que atacan al piojo y la liendre provocándoles la muerte.
Aplicarlos antes de saber a ciencia cierta si el niño tiene piojos es un error: los insecticidas no deben utilizarse como preventivos porque, además de que ocasionalmente pueden causar efectos secundarios, a la larga los piojos podrían hacerse resistentes a los tratamientos.
Es fundamental aplicar el tratamiento sobre la cabeza seca, ya que la grasa del cabello facilita la fijación del producto. Los sprays son menos eficaces pues no llegan a impregnar todo el pelo, y los riesgos de intoxicación por vía respiratoria son mayores que en cualquier otra fórmula.
APLICAR EL TRATAMIENTO
Se deben seguir las indicaciones del fabricante del producto para su correcta administración, pero sepamos que ha que aplicarlo por todo el cabello para garantizar una distribución homogénea del tratamiento. Después, hay que lavar a fondo el cabello con agua tibia (el calor aumenta la sensación de picor en la cabeza), evitando que el producto entre en contacto con el resto del cuerpo. La temperatura del agua tiene que ser tibia y para conseguir un mejor resultado, al último lavado se le puede añadir una parte de vinagre por cada dos de agua.
No mata a los piojos pero eliminará la sustancia viscosa que adhiere las liendres al cabello y ayudará a despegarlas. Si el olor a vinagre disgusta, hay bálsamos capilares que deshacen el líquido adherente de los huevos del piojo. No conviene utilizar secador: mejor dejar el pelo al aire, ya que el calor puede debilitar el efecto del plaguicida. Si el tratamiento no ha surtido efecto, debe repetirse a la semana siguiente, siempre que el producto lo admita. Si al cabo de tres aplicaciones consecutivas sigue sin ser eficiente, tendremos que buscar un producto con otra composición, y para ello se sugiere la consulta al médico o al farmacéutico.
Pero la cruzada contra los piojos no acaba con el tratamiento con productos antiparasitarios. Para una completa eliminación de los parásitos y de sus liendres, vivas y muertas, se debe seguir con las revisiones con el peine para piojos.
¿Y SI EL TRATAMIENTO FALLA?
No es tan infrecuente que el tratamiento fracase. Motivos hay muchos: una aplicación inadecuada, tiempo insuficiente de administración, zonas libres de producto y la concentración escasa del insecticida en el cuero cabelludo. En realidad, ningún remedio mata al 100% los piojos y liendres, siempre es necesaria una segunda aplicación. Los fabricantes la recomiendan que se haga después de 4 ó 8 días posteriores al primer tratamiento, porque es el momento en que nacen las ninfas. Si se olvida esta segunda aplicación, el contagio puede continuar pues la cría del piojo se desarrollará.
Puede ocurrir también que el niño o niña sea víctima de una segunda infestación. Si a las dos semanas vuelven a aparecer piojos, y durante ese tiempo el pelo ha permanecido libre de parásitos, lo más probable es que un familiar u otro niño del colegio haya causado el nuevo contagio. ¿La solución? Iniciar tratamiento y revisiones manuales como se hizo en el primer contagio. Vuelta a comenzar. Otra causa que explica el fracaso del tratamiento es la resistencia que los piojos han ido desarrollando frente al tratamiento usado, si bien no ocurre con frecuencia.
Lo que propicia este fracaso es el uso inadecuado del producto, de ahí que sólo haya que utilizarse cuando es necesario, no como prevención. Un parásito es resistente a un tratamiento cuando después de haberlo utilizado correctamente, y con la seguridad de que no ha habido una nueva infestación, el problema sigue sin solucionarse.